A lo largo de un camino nos podemos cruzar con mucha gente, algunos no serán mas que caras que pasan de largo, otros serán marcas a fuego en el pecho que jamás podrás olvidar.
Esto es algo que pudo pasarle a Icaro a lo largo de su caminar por la senda gris…
Icaro caminaba por la senda casi por inercia, se preguntaba donde le iba a llevar el camino, que encontraría al final, cual seria su destino.
Al poco rato el camino se fue ensanchando, y se percató de que a su lado caminaba otra gente. Parecían estar tan perdidos como él, sus miradas iban de un lado a otro, siempre dirigidas a la nada, una expresión de confusión apática se leía en ellos.
Otros caminos paralelos se extendían junto al suyo, también repletos de grises transeúntes.
Eran como sombras de cartón y se movían como estiradas por hilos que eran incapaces de controlar. A cada paso, el sonido de sus pies le recordaba el “tak tak” incesante de la rueca de A.Nancy.
Algunos parecían llevar décadas caminando.
Las caras de algunos de ellos le eran conocidas a Icaro, y otras no las había visto jamás.
Reconoció a la panadera de su barrio, una mujer que siempre hablaba como en susurros y que vestía siempre una mirada de tristeza y resignación.
Sus ojos se cruzaron durante un segundo y al mirarla, pudo oir durante aquel instante, como traidos por el viento, los gritos de ira de un hombre perdidos en la lejanía, el sonido de golpes sobre algo blando, y un llanto entumecido.
Luego ella siguió su camino y el sonido desapareció.
Alguien tropezó con él y al darse la vuelta vio que era Don Enrique, un amigo de su padre que era contable, y, en el susurro, oyó el repiquetear de su maquina de escribir día tras día durante años. Oyó charlas con olor a café y puros.
Icaro se sintió de repente asustado…quizá tardaría décadas en recorrer su própio camino y acabaría como esas sombras grises, divagando y arrastrándose, contando cada baldosa hasta llegar a la última.
Un murmullo lejano atrajo su atención hacia una de las sendas que avanzaban paralelas a la suya.
Entre los tristes caminantes, un chaval delgado, algo mayor que él, le observaba con atención.
Vestía una camiseta chillona a rayas negras y rojas que contrastaba con los tonos apagados del resto del paisaje, sus manos estaban manchadas de pintura , su pelo estaba deshecho y una perilla tintaba su alargado rostro de un aire pícaro.
Lo que oyó a continuación no era un murmullo…era una canción…
Tras de él escuchó muchas voces…
…unas tenían un acento del sur, con su desparpajo y su nobleza a la par, llenas de besos y de abrazos…llenas de energía y sorpresas.
…otras de un poco más al norte, comedidas pero verdaderas, llenas de reflexión, amistad extraña y autentica.
..las había épicas y robustas, cuya energía impedía su propio autocontrol y que zumbaban de lado a lado.
…y las había cercanas, de las que sabes que siempre estarán ahí cuando las necesites a pesar de los errores
…y lejanas con el acento de un país del este y una locura innata.
…y una dulce, tierna y pasional, llena de muchos colores que daban vida y energia.
Se oía el espumoso entrechocar del vidrio, las risas y los llantos…las promesas y las despedidas.
Icaro despertó de su ensoñación momentánea, y se dio cuenta de que el chaval lo observaba con una sonrisa de ternura y complicidad.
Icaro estaba confuso e indeciso.
El chaval le miró a él y al sendero…y a continuación hizo un gesto con la cabeza hacia
el camino que Icaro interpretó como un “¿que?,¿continuamos?”.
Icaro empezó a caminar preguntándose a quien habría conocido el chaval para seguir adelante con esa energía…y se percató de que le la incertidumbre que le espoleaba se había transformado en curiosidad por saber qué le depararía el resto del camino.
“ Dedicado a todos vosotros…ya sabéis quien sois ;) “