Icaro cerró los ojos.
Siguió su camino.
Años y años, siempre adelante.
A su alrededor ya solo existía un desierto de ceniza y una enorme
duna que se extendía a modo de muro frente a él de izquierda a
derecha más allá de lo q lograba alcanzar su vista..
Cada una de sus huellas en el suelo era borrada por el
viento, pero curiosamente, era a lo único a lo que parecía
afectarle, pues no lo sentía ni agitaba sus ropas, era como un
fantasma dedicado únicamente a eliminar todo rastro de su
existencia.
El aire estaba viciado, era pesado y sin olor, no era frío ni
caliente ni húmedo ni seco, era como si no estuviese.
Esa sensación hacía q Icaro se preguntara siquiera si estaba
respirando.
Un murmullo, como el de un llanto sonaba a lo lejos.
Al llegar a la duna en intentar subirla, sus pies se hundieron en la ceniza blanda...nadie pisaba nunca este limite...o el viento
no había dejado rastros de nadie que lo hubiese hecho.
Ayudándose con manos y rodillas consiguió llegar a lo alto.
Icaro pensó en un principio que eran miles, pero pronto se dió
cuenta q eran muchos...muchos más.
Hasta allá donde se perdía el horizonte se extendía una llanura.
Y sobre el suelo, cuidadosamente acostadas unas al lado de las
otras yacía millones y millones de personas, todas orientadas en
la misma dirección.
Al bajar de la duna Icaro se dio cuenta de que a duras penas
podría pasar entre ellas sin pisarlas, pero la profunda expresión
de paz de las figuras le hizo sentir q perturbar su sueño sería
el más abominable de los crímenes.
Siguió caminando entre ellos.
Era como si estuviesen hechos de la misma ceniza q sembraba todo
el valle por algun artista desquiciado y perfeccionista, sin color ni expresión, pero cuidados hasta el más mínimo detalle, cada arruga de sus labios, cada cabello, cada
vello del cuerpo, ancianos, mujeres, niños de todas las razas,
ataviados con ropas de todas la épocas y lugares formaban una
especie de alfombra infinita.
Sintió un escalofrío cuando una sombra oscura paso lentamente
frente a él, no la vio hasta estar casi frente a ella, una figura
errante, etérea sollozando encorvada entre las figuras, como si
buscase a una en concreto.
Cada llanto desgarraba el corazón de Icaro como un cuchillo de
oscuridad y soledad.
Supo q habría muchísimas mas sombras errantes buscando, miles de ellas por
todo el lugar y que no encontrarían la paz hasta encontrar lo que
buscaban, o hasta ocupar el lugar que les correspondía como parte
de la inmensa llanura de cuerpos.
Deseó que jamás un alma vagara por esta llanura por su perdida,
aunque eso significara estar eternamente solo.
Deseó no estar jamás en aquel lugar, infinito como el tiempo,
eterno, pero supo que tarde o temprano a todos nos llega lo hora, y allí permanecería...
...para siempre, existiendo solo en los recuerdos de aquellos que lo amaron, como una imagen perfecta, sin vida, sin color, como una fotografía.
"Ojala fuesemos capaces de recordar a aquellos que perdemos, no por su ausencia, sino por los buenos momentos q nos dieron, y así no serán sombras sin vida ni color, sino partes de nosotros mismos"